¿Todos son…felices?
En este mundo envuelto en una guerra virtual de servicios de streaming, toda compañía tiene que desarrollar contenido nuevo e interesante como parte de sus armas. Hoy en día ya no es suficiente que nos ofrezcan un clásico como The Office o Friends, que podemos ver una y otra vez. Es por eso que estas plataformas invierten cada vez más en contenido nuevo que sea suficiente para que les demos nuestro dinero mes con mes.
A estas alturas, los servicios de streaming ya tienen contenido para todos, pero es esa primera producción original la cual muchas veces da un empuje inicial muy significativo en esta competencia. Lo vimos con House of Cards en Netflix, The Mandalorian en Disney+ y tantas de Blim que no pude escoger solo una. Peacock TV de NBC llegó tarde a esta “guerra”, pero su primera serie original, Brave New World, debió ser suficiente para atraer a más de uno desde el lanzamiento…claro, esto tan solo el creador David Wiener hubiera leído el libro completo de Aldous Huxley y no solo la premisa.
Voy a empezar con el problema que siempre se va a tener con adaptaciones de libros a series o películas. Cuando algo no es fiel a su fuente, instantáneamente la tachamos de mala. Es importante entender que escribir un guion es muy distinto a un libro, por muchas razones las cuales puedo escribir en algún otro momento. Siempre queremos ver en la tele o en el cine, tal cual lo que leímos en el libro, capítulo por capítulo. El caso no debería ser ese. Una serie basada en un libro puede tener su propia esencia y al mismo tiempo respetar al material original. Sin embargo, incluso cuando solo agarran pequeños pedazos del libro, y cuentan su propia historia, podemos obtener algo bueno. Lamentablemente ninguno es el caso con Brave New World. Como adaptación es muy mala, vamos a quitarnos de eso y tratemos esto como una serie por sí sola, que tampoco tiene mucho de nuevo ni de valiente que ofrecernos.
Brave New World está situada en la ciudad llamada como New London, donde nos introducen con tres reglas: No hay privacidad. No hay familias. No hay monogamia. ¡Todos son felices! New London es una ciudad en un futuro distópico donde todos están conectados mediante tecnología en sus ojos, algo muy al estilo de Black Mirror.
La población está dividida por castas donde los Alphas son los seres superiores y los Epsilon son los sirvientes. ¿Qué define esto? Una línea de producción donde son genéticamente modificados. Esta sociedad está controlada por el placer desconectado de sentimientos. Soma - una droga que regula tus “niveles” - y sexo comunal en jardines o antros, son lo que mantiene felices y estables a la sociedad. Un paraíso epicúreo, que termina por cansar y sentirse más como un infierno.
En el centro de todo esto tenemos a Bernard Marx (Harry Lloyd) y Lelina Crowne (Jessica Brown Findlay). Un Alpha que vemos que tiene un buen puesto en New London y es muy apegado a las reglas. Lenina es Beta y por lo visto muy popular. Cuando Bernard y Lelina deciden ir juntos a las Tierras Salvajes (Estados Unidos en este caso), su historia toma un giro inesperado. Estas tierras son como un parque de diversiones para ellos y los actores son sus ciudadanos. Una referencia a los extremos que puede llegar la industria del turismo y como nos encanta romantizar y ver otras culturas como algo para nuestro entretenimiento, cuando para alguien es su día a día.
En las Tierras Salvajes son atacados por un culto que parece ya se cansó de actuar para los superiores de New London, y aquí es donde empiezan los problemas. La serie no se toma más de unos minutos para enseñarnos a este grupo rebelde, dejarlos que digan unos diálogos de levantarse en armas, y hagan su ataque. Después de este ataque Bernard y Lenina son rescatados por John (Alden Ehrenreich), terminan huyendo a New London. Lo que parecía sería un grupo antagonista a lo largo de los nueve episodios, queda olvidado en el tercero.
A partir de ese momento, empieza una trama de John el Salvaje tratando de incorporarse a una nueva sociedad perfecta. Al ser un salvaje, John es la sensación por unos días, en un futuro no tan desconocido donde vemos one-hit wonders cada día solo para olvidarlos al siguiente. Todo esto gira alrededor de más escenas, terriblemente actuadas, de sexo y fiesta con música electrónica muy cyberpunk. Y es que Brave New World siente la necesidad de recordarnos como es su futuro, y se olvida de cómo eran sus personajes principales.
Bernard pareciera que lo escribió alguien diferente cada episodio. Es triste porque Lloyd es buen actor y lo ha demostrado en esa única temporada que apareció en Game of Thrones. El caso de Lenina es más complicado. Ella desde un principio vemos que es especial y muy popular entre la gente, pero nunca entendemos por qué realmente. Pareciera que si le preguntáramos a los guionistas que es lo que hace a Lenina tan especial, nos dirían “Pues es el personaje principal.”
Donde podemos ver brillar a Brown Findlay es cuando se empieza a relacionar con John. Tengo que admitir que no me consideraba gran admirador de Ehrenreich y Solo no me gustó para nada, pero en esta ocasión se roba (casi) todas las escenas en las que está. Ver a Lenina y John nos permite ver que es lo que en realidad nos hace humanos. Es una exploración de cómo esta humanidad no depende de nuestro nivel socioeconómico y como lo que nos define dentro de la sociedad es algo que nos fue condicionado desde que nacemos. Vemos el mundo que nos enseñaron a ver. Algo que ha sido explorado mucho hoy en día, más recientemente en películas como Jojo Rabbit.
Lamentablemente esta relación de John y Lenina es poco desarrollada y se termina quedando en el fondo de más escenas de sexo y fiesta. Lo que debería ser una historia filosófica se termina convirtiendo en un drama con escenas de acción y de tensión, y nada de corazón. En New London ya no existen las historias, solo las experiencias que nos provocan placer. Brave New World se siente como muchas escenas que solo quieren ser visualmente atractivas, pero no mueven a ningún lado la historia. Irónico que una serie sobre una historia que advierte de lo que sacrificamos por placer, termina pecando de justo esto.
Estas escenas no son del todo malas. El diseño de producción es muy llamativo y crea un futuro muy estético. Algo que le tengo que reconocer a la serie es en el diseño de vestuarios. Brave New World se aleja de los clásicos vestuarios futuristas de colores cromados y poco realistas, para regalarnos una pasarela de New York Fashion Week. Tiene sentido que, en una sociedad tan superficial, los humanos genéticamente modificados sean todos tan atractivos, en especial los Alphas y Betas.
Quien podría decir que se lleva la serie y es uno de los personajes que más da a pensar es John. Alden Ehrenreich da unas actuaciones que me terminan convenciendo de su capacidad y nos regala un personaje curiosamente influido por el estilo de vida de New London, cuando dicen que él, El Salvaje, es el virus en la sociedad y quien pone en riesgo la estabilidad. Verlo ir de asustado, encantado, y enojado con el claro clasismo impuesto, le da mucho con que trabajar. El problema es que mientras que Ehrenreich nos da su todo en esta interpretación, es el resto de los actores quien lo terminan frenando. Se supone que los Neolondinenses son felices siempre, pero rara vez vemos esto. Vemos más una sociedad llena de ansiedad y miedo a lo desconocido. Claramente su “felicidad” es construida y por ende falsa, pero al menos en la superficie hubiera sido más interesante ver esta felicidad inhumana que diera para un contraste más interesante en John.
Es una pena que actores que claramente son talentosos sean afectados por un guion inconsistente, escenas de relleno, y una edición cuestionable que los deja abandonados antes de que nos terminen de dar su todo. Brave New World es una historia distinta a la del libro, en el mismo mundo que desarrollo Aldous Huxley, que termina pecando de la manera que nos fue advertida en 1932. En la superficie es atractiva, en momentos divertida y chistosa, y algunas veces hasta envidiable; pero es cuando quieres explorar el interior que no encuentras mucho más que rescatar.
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