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  • Josu Cantu

Reseña Judas and the Black Messiah

Ve por la historia, quédate por las actuaciones.


Es probable que, en países de América Latina, no estemos muy familiarizados con la historia que Judas and the Black Messiah nos quiere contar. Hollywood se ha tomado más tiempo en contarnos historias de figuras emblemáticas como lo fueron Malcolm X o Martin Luther King. Pero en tiempos donde la brutalidad policiaca y el racismo, siguen vigentes tristemente, esta nueva película de Shaka King es más relevante que nunca, y el movimiento de Fred Hampton (Daniel Kaluuya) es uno que se tiene que conocer.


Judas cuenta la historia de cómo Bill O’Neal (Lakeith Stanfield) fue reclutado por la FBI, para trabajar como un informante infiltrado dentro del Partido Pantera Negra. Con el ascenso de una voz tan prominente, como la del líder Fred Hampton, la FBI declaró que el PPN era una de las más grandes amenazas internas para la seguridad de los Estados Unidos. Judas and the Black Messiah nos muestra como O’Neal, buscando librarse de una sentencia, terminó siendo parte crucial del trágico e infame asesinato de Hampton.


Una de las grandes controversias de las más recientes nominaciones a los Oscars, fue que tanto como Stanfield como Kaluuya, fueran nominados a Mejor Actor de Reparto, y no tuviera alguno la oportunidad de pelear por el premio a Mejor Actor. Al ver esta película, es entendible porque la Academia tuvo un conflicto en cuanto a quien nominar para que premio, pues no es una historia con un claro protagonista que eclipse al otro. El guion le da la oportunidad de brillar a ambos actores, y vemos lo que es hasta este momento, el mejor trabajo de la carrera de ambos.


Kaluuya se transforma completamente en Hampton. Si bien, físicamente no tiene un enorme parecido, su manera de hablar y dar discursos es increíble. Es muy fácil encontrar videos de distintos discursos que Hampton dio en su corta vida, y con esto uno se puede dar cuenta de lo estudiado que fue el trabajo de Kaluuya. No solo en las maneras de hablar, pero en el mensaje que quería transmitir. Stanfield también hace un trabajo increíble, y nos muestra el otro lado de la moneda, con un O’Neal infiltrado, pero con un gran conflicto interno que nos hace dudar si ya es más parte del PPN que de la FBI.


Si bien las actuaciones brillan de forma espectacular, creo que llega al punto que cuando no está uno de los dos protagonistas (o ambos) en pantalla, la película sufre. Tiene momentos donde vemos escenas que simplemente no añade mucho para poder adentrarnos a la historia que se nos quiere contar, y nos deja con ganas de ver más de Kaluuya o Stanfield. Es entendible que se quieran mantener lo más cercano posible a la realidad, pero el verdadero trabajo que hace O’Neal como informante de la FBI, no rinde frutos hasta el tercer acto de la película. Si bien el primer acto establece bien a sus personajes, el segundo se termina desviando un poco de su objetivo que no me sorprendería que algunas personas consideren que Judas es “lenta”.


Y esto no quiere decir que el resto del elenco sea malo. Jesse Plemons sigue demostrando que es un actor de calidad, solo necesita un mejor agente que le pueda conseguir esos papeles protagónicos en Hollywood. Donde sí se encuentran algunas escenas que no afectan de manera significativa a la trama, es con el resto de los miembros de la PPN. Con tan solo dos horas de duración, es difícil lograr que el espectador esté completamente interesado en muchos de sus personajes secundarios.


Judas and the Black Messiah es sin duda una de las mejores películas del año, y una gran introducción a Hollywood del director Shaka King. Llena de tensión y violencia muy real, y de actuaciones impresionantes por sus dos protagonistas, esta es una historia tan relevante hoy en día como lo fue en su tiempo.


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