Nostalgia bien hecha.
Hace unos años, un familiar me comentó sobre una serie sobre los personajes de Karate Kid pero 34 años después. Esta estaba disponible en YouTube Premium (YouTube Red en su tiempo), así que por la misma razón nunca la vi. Cuando llegaron los derechos a Netflix, me sorprendió ver la cantidad de seguidores que tenía y esperaban con ansias. Ni se diga cuantos de ustedes lectores, son fans de esta serie. Por fin me animé a ver Cobra Kai y tengo que decir que el hype es justificado.
Cobra Kai no es una serie que va a revolucionar la televisión, pero no todas lo tienen que ser, y es justo eso lo que la hace tan buena. Es muy evidente que tiene un presupuesto bajo, y que las actuaciones de actores secundarios pueden ser muy regulares (nunca llegan a malas, he visto peores en producciones de mucho más dinero), pero el verdadero valor de esta historia está en sus personajes y la nostalgia bien ejecutada.
Situada más de tres décadas después, vemos el pitch de Barney Stinson hecho realidad. Una serie donde Johnny Lawrence es el verdadero protagonista. La vida de Johnny es un desastre, mientras que la de su rival Daniel LaRusso es todo un éxito. Pero la llegada de un joven vecino llamado Miguel Díaz, termina siendo justo lo que nuestro (ahora) protagonista necesita para levantarse y sacar de los escombros al dojo Cobra Kai.
Es la yuxtaposición en los futuros (o presentes) de Johnny y Daniel lo que hace que su rivalidad siga sintiéndose natural. El odio va más allá de un simple “yo te gané una final de karate juvenil hace 30 años”. No solo es una rivalidad bien escrita, pero la química entre William Zabka y Ralph Macchio da para las mejores escenas de esta primera temporada. Y sí, está claro que los dos están metidos y emocionados de volver a esos roles tan icónicos, pero también están escritos con precisión al balancear nostalgia con una justificación real de este “universo” de Karate Kid.
En cuanto a lo individual, es Zabka quien se roba las escenas cada episodio. Es un Johnny Lawrence que se quedó en el pasado en muchos sentidos. Esa derrota contra LaRusso lo sigue persiguiendo, pero también vemos como su vida no ha podido avanzar con un personaje que no entiende al mundo actual. Miguel Diaz (Xolo Maridueña), es su primer estudiante, y quien lo va guiando por esta nueva sociedad. Las maneras de Johnny son anticuadas, pero no sobreexplotan esto, pues Miguel también termina aprendiendo de él. Johnny entiende que no puede hablarle de cierta manera a la gente, porque ya no es tolerado. Miguel descubre que la música de rock de los 80s es buena. La relación de estos dos se fortalece mediante aprendizaje mutuo.
Cobra Kai gira también alrededor de muchos personajes secundarios. Algunos funcionan, otros no tanto. Robby Keene es el hijo de Johnny, y claro está desde un principio que será uno de los rivales del deporte. Robby, interpretado por Tanner Buchanan, es un personaje interesante, pero en momentos se alcanzan a ver sus limitaciones como actor. Mismo caso con Mary Mouser, quien interpreta a Samantha LaRusso. Lo que sí hace bien la serie es el desarrollo de ellos. Repito, son personajes bien escritos, y eso siempre va a ayudar a que actuaciones regulares no afecten tanto a una producción.
La primera temporada pudiera sentirse como si tardara en despegar, pero esto es porque el karate no predomina episodio tras episodio. Cuando te das cuenta de que Cobra Kai es más que una serie del deporte, esto deja de ser problema. Aparte de que son episodios cortos, por lo que da a 10 episodios muy digeribles y que fácilmente pudieras ver en una misma sentada.
Cobra Kai es una gran sorpresa la cual jamás esperé. Había leído maravillas de ella y, no, tampoco es una obra maestra, pero en ningún momento intenta serlo. Lo mejor que hacen los directores y escritores, es no intentar ser algo mucho más grande. Es una serie sencilla, digerible, y con personajes muy fáciles de querer. En lugar de caer en esa trampa de querer tomarse demasiado en serio y fracasar (como le pasa a más de una serie hoy en día), Cobra Kai entiende lo que quiere ser y lo aprovecha al máximo.
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