Como alguien que no conocía la obra original, cuando vi el primer trailer de The Boys in the Band me vi atrapado por un elenco increíble, en una película que pareciera ser dos horas llena de diversión y música para cantar y bailar. Lo que sentí al terminarla fue algo completamente diferente. Las actuaciones no son lo que esperaba, son mejores. La trama es divertida en un punto, hasta que empiezas a desenvolver los regalos que esa fiesta de cumpleaños tiene para ti y entiendes la profundidad desgarradora de la nueva película de Netflix.
The Boys in the Band es una película basada en una obra de Broadway escrita por Mart Crowley en 1968. Esta obra fue revivida en su 50 aniversario con un nuevo grupo de actores, los cuales retoman sus papeles para esta adaptación en pantalla. La premisa es simple: en los años 60s, un grupo de amigos gay se reúne en el departamento de Michael (Jim Parsons), para celebrar el cumpleaños de Harold (Zachary Quinto). Cuando un amigo heterosexual de Michael llega sin invitación, la fiesta toma un rumbo que nadie esperaba.
La película no toma más de sus primeros tres minutos para contarte un poco de cada uno de sus personajes, pero no más. Esto es un error que fácilmente pudieron haber hecho, pero al ser muy directos con establecer a cada uno de los siete amigos. Durante las dos horas estás prácticamente en el mismo departamento, sin embargo, lo que te mantiene interesado, en lugar de sentirte atrapado, es ir conociendo un poco más de los secretos que guarda cada uno de los invitados. Todos con sus personalidades diferentes y únicas, el director Joe Mantello hace un excelente trabajo con una dirección balanceada. Está claro quiénes son los principales, pero en ningún momento se siente alguno hecho a un lado.
El primer acto es completamente al grupo de amigos en su “zona de confort”, emocionados por verse después de un tiempo y bailando sin miedo a ser juzgados. Quien piense que suene a un tema anticuado, se acordará de que no es así cuando la trama da su primera vuelta a la entrada de Alan (Brian Hutchinson), el amigo supuestamente heterosexual de Michael. El ambiente en el departamento cambia y los amigos se sienten obligados a “guardarse” o “comportarse” para no incomodar al no-gay del cuarto. Cada uno toma conductas diferentes, representando las diferentes formas de esconder su homosexualidad ante el mundo. Incómodo, nervioso, callado, o correcto, son actitudes mezcladas en un departamento que pensarás que matan el “mood” de la película, pero están ahí para lograr justo lo que este grupo de amigos siente.
El alcohol juega un papel importante en desenvolver los sentimientos guardados, pero es Michael quien maneja el camión que rompe las paredes de cada uno de ellos. Parsons entrega una actuación espectacular y desgarradora. Su personaje se vuelve más agresivo e insistente en sacar los secretos de sus amigos. Puede llegar a ser hasta molesto para algunos espectadores, pero es lo que la historia quiere que sientas. Es solo cuando te das cuenta de donde vienen todos esos sentimientos reprimidos que entiendes a Michael.
Zachary Quinto es la otra gran actuación de la cinta. Su Harold es extrovertido y un personaje único y extravagante. No sabemos mucho de él, pero desde su llegada nos dice que es más inseguro de lo que su postura, forma de caminar y de vestir, nos dicen. “Si fumo algo de hierba antes de tener el valor de mostrar mi rostro al mundo, no es asunto de nadie más que mío.”
The Boys in the Band te entretiene lo suficiente los primeros 30 minutos para que puedas soportar los golpes que recibes en el resto de la película. Una historia que explora el sentimiento de odio propio y culpabilidad por ser homosexual, la película es una de las grandes sorpresas de este año, Jim Parsons siendo la otra. Desde hoy Parsons debe estar en las conversaciones para todos los premios de mejor actor. Si bien la situación y aceptación a la comunidad LGBT+ en 1968 era muy diferente a hoy en día, The Boys in the Band nos muestra que todavía nos queda mucho camino por recorrer.
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