Redefiniendo storytelling en los videojuegos.
En el 2013, después de años con franquicias exitosas y aclamadas por la crítica, como Crash Bandicoot y Uncharted, la compañía Naughty Dog llegó con una entrega nueva. Desde el primer anuncio en el 2011, acompañado del ya reconocido nombre de su desarrolladora, The Last of Us generó mucha anticipación a los fans de PlayStation. El presidente de Naughty Dog describió el juego como un parte aguas en el género de supervivencia y acción, que sería impulsado por su construcción de personajes, y eso fue justo lo que nos entregaron.
The Last of Us es un juego que se lleva a cabo en un Estados Unidos, invadido, y prácticamente destruido, por una pandemia (No, Naughty Dog no predijo COVID-19). Si, la premisa de este juego puede sonar básica: Pandemia. Estados Unidos. Zombies. Fin del Mundo. Pero, The Last of Us no es tu clásico juego post apocalíptico, por muchas razones. Empecemos con lo básico. Esta historia no se toma el tiempo para mostrarnos, fuera de un prólogo rápido, como fue que empezó la pandemia y como terminó por acabar con el país. En un principio no sabemos mucho de la enfermedad, ni dónde se originó, ni que tan rápido y a dónde se expandió. Después del prólogo tenemos un salto en el tiempo de 20 años, donde si bien el humano ha encontrado maneras de sobrevivir, está muy lejos de poderse considerar como establecido.
Sí, el escenario de este juego es un ya muy utilizado apocalipsis zombi, pero lo que mueve y nos mantiene interesados en la historia es la evolución de sus protagonistas, no tanto como personajes individuales, sino la construcción de la relación entre ambos.
En primer lugar, tenemos a Joel, a quien controlamos la mayor parte del juego. Un personaje muy clásico americano de Texas, que vivía una vida tranquila con su hija, a quien pierde en el prólogo del juego. Después de 20 años vemos que Joel es perseguido tanto por los recuerdos de su hija como por los infectados, pero si bien esto lo pudo haber derribado emocionalmente, lo convierte en una persona que hará lo que sea por sobrevivir, por más crudo que sea. Joel es violento y no dudará de disparar primero, sea a un infectado, o a un humano, pero aun así es fácil compadecerse de él y apoyarlo. Esto puede sonar obvio, pues es el personaje que tú estás utilizando, pero es justo aquí donde muchos videojuegos fallan. El protagonista simplemente no nos cae bien. ¿Por qué debería sentirme realizado al cumplir los objetivos de un personaje que no me agrada? El viaje de Joel es el de volver a encontrar su humanidad en un mundo invadido por seres que la han perdido por completo.
A Joel lo acompaña Ellie, una chica de 14 años que entra a la historia como un simple “paquete” (al menos desde los ojos de Joel) que nos piden transportar y entregar, pero que termina por robarse los corazones de los jugadores. Ella es inmune al virus y ha perdido a todos sus seres queridos. Su inmunidad, que podría ser la respuesta a una vacuna, es lo que la mantiene con una razón de seguir adelante, pero al mismo tiempo es el recuerdo y sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido circunstancias que el resto del mundo no. Sin embargo, Ellie no es la “princesa en el castillo” a quien tenemos que cuidar. Sí, tiene 14 años, pero ella no conoce un mundo pre apocalíptico. Esto no solo la hace más independiente y capaz de lo que alguien de su edad debería ser, sino que también nos regala momentos y diálogos memorables con Joel. Su curiosidad por un mundo tan raro a sus ojos, como lo era antes, y su actitud tan audaz ante el fin del mundo, la hacen un personaje extremadamente fácil de agradar. Ellie no le teme a usar una pistola contra un infectado, pero sí a algo tan “trivial” como nadar. ¿Quién tiene tiempo de aprender a nadar en un apocalipsis zombi?
Lo que hace tan cautivadora su interacción, es la que pareciera una yuxtaposición de los dos protagonistas transformada a un vínculo que nos muestra cuan similares son el uno al otro. Ellie comienza como un “paquete a entregar” para un Joel que solo busca sobrevivir y es perseguido por sus propios fantasmas, pero su relación se desarrolla mediante una preservación mutua de humanidad. Ellie al darle una figura de hija a Joel, regresándole su corazón y sentido paternal por alguien. Joel al dar todo por la supervivencia de Ellie. La historia cuenta con saltos de tiempos marcados por las estaciones del año. Esto pudo fácilmente terminar en un problema al dar la impresión que su amistad no es tan bien merecida pero el equipo de guionistas hace un impecable trabajo en los momentos que sí vemos. Estos son momentos que el juego te da para respirar sin llegar a sentir que arrastre la experiencia.
En cuanto a las mecánicas de juego, los desarrolladores logran mantener al jugador atraído en todo el camino. Las partes de acción no son las clásicas olas interminables de zombis que tienes que abatir con tus igual de interminables municiones. The Last of Us te obliga a explorar su mundo para encontrar balas y materiales para construir recursos como medicina y bombas, y es crucial que sepas administrar estos recursos para sobrevivir las amenazas que se presentan. El único momento que se pudiera sentir un tanto repetitivo serían situaciones en las que Joel se queda atrapado y tiene que encontrar una ruta alterna. Si bien puede ser un recurso utilizado en varias ocasiones, la acción dentro de esa circunstancia sigue siendo divertida.
A lo largo del viaje te enfrentas con humanos e infectados. Los infectados son aterradores por los rasgos y sonidos humanos que les quedan. Como si estuvieran atrapados en un cuerpo, luchando por salir. Si eres aficionado de las experiencias de juegos como Resident Evil, The Last of Us también te da un poco de eso con sus clickers, que son aquellos que han tenido más tiempo la infección y han perdido por completo cualquier rasgo humano que les quedaba. Nos dan sin duda las secuencias más estresantes de la experiencia. Pero como nos suelen mostrar los escenarios post apocalípticos, los humanos siguen siendo una amenaza casi igual de aterradora.
En aspectos técnicos, a pesar de ser remasterizado en el 2017, es sorprendente ver lo bien que envejecieron las gráficas de un juego lanzado por primera vez hace siete años. Siempre me ha molestado cuando los trailers recurren a utilizar solo las escenas cinemáticas y a la hora de jugar tenemos una experiencia visual totalmente diferente. En The Last of Us no se sienten estas transiciones entre las escenas y el gameplay, algo digno de aplaudirse. Sin embargo, no todo ha envejecido a la perfección. Los NPC (Non Player Character) se pueden llegar a sentir un poco torpes o como si estuvieran estorbando en entradas y salidas a lugares, así como quedarse atrás en el camino.
Personalmente, siempre me he considerado un gamer casual. En todo momento he tenido alguna consola y he pasado muchas horas frente a la tele desde Legend of Zelda, Halo y hasta ser parte del boom del battle royale. Los videojuegos eran para mí una forma de entretenimiento y distracción en tiempos libres. No me enfocaba mucho en la historia que contaban. Sea por la premisa básica de Mario salva a Peach de las manos del villano Bowser, o por su historia de guerra reciclable en la franquicia de Call of Duty (Modern Warfare 1 y 2 son grandes excepciones). The Last of Us me hizo ver una faceta completamente distinta en lo que puede ser un videojuego. Quizá el gameplay es lo que te va a traer de regreso más de una vez a completar la historia o jugar los DLC, pero la verdadera recompensa está en la conexión emocional, con el viaje de Joel y Ellie, que vas a sentir una vez que empiezan los créditos.
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